martes

DESDE MI VENTANA ARDE EL BARRRANCO

 









Tras el incendio,
las heridas mortales de los montes
laceran desde mi ventana.
El humo aún cuelga de los árboles calcinados,
como un suspiro detenido.

Siento los lamentos de almas inmoladas por manos cobardes,
por la desidia,
por el olvido
de que todo lo vivo también reza.
Las dríades huyen de los bosques que las dieron cobijo:
la cierva blanca,
el duende de las raíces,
la vieja encina que hablaba con el viento.
Se alejan,
llenas de ceniza en la mirada,
con su dignidad intacta,
y su dolor intacto.

La muerte planea por el valle,
se posa en las zarzas,
acaricia las piedras calcinadas,
y el vuelo truncado de las aves.

El Barranco llora,
sus aguas ennegrecidas claman justicia.

No hay castigo que repare
la fractura del mundo,
ni sentencia que devuelva
el canto al ruiseñor, la guarida a la ardilla,
el perfume al tomillo.

Pero aún así,
desde esta ventana que arde en impotencia,
mi alma grita:

¡Vida para lo irreparable!
¡Que brote lo verde desde la herida,
que renazca la esperanza,
en el hueco del espanto,
que vuelva la lluvia a lavar el crimen!

Y que no olvidemos nunca
quiénes fuimos,
ni lo que le debemos a cada rama consumida
por nuestra ceguera.


domingo

En esta ingravidez que me rodea










En esta ingravidez que me rodea,
donde flotan los recuerdos como cenizas sin hogar,
donde habitan las ausencias con voz de eco antiguo,
y las rosas que nunca recibí
marchitan su perfume en un jarrón vacío.
Aquí viven las caricias huecas
que rozaron el aire pero no la piel,
y manos que transitaron de largo,
como trenes de paso en mi estación.
Los adioses que nadie pronunció
reposan junto a los sueños                                                                                                          que se deshicieron en la almohada,
junto a fantasías dormidas
que no despertaron de su letargo.
Aquí laten los verbos que no se conjugaron,
los besos que fueron expiados antes de nacer,
los halagos indultados por miedo a su verdad.
Es el lugar del estar y el partir,
del hola sin promesa y del adiós sin lágrimas,
del alba que no canta
y del ocaso que no termina de caer.
Es el territorio quebrado
entre la pérdida y el encuentro,
un filo de mundo donde todo es casi,
pero nunca suficiente.
Y en medio,
la burbuja de la nada absoluta,
donde respiro sin saber si sigo viva,
donde el tiempo no me nombra,
y el corazón late por inercia,
no por deseo.
Aquí estoy,
en la frontera sin mapa
de lo que fue y lo que no será.
Y no sé si floto o me hundo.
No sé si espero,
o si ya he dejado de hacerlo.
Solo sé que esta ingravidez pesa,
que esta nada abruma,
y que a veces —solo a veces—
quisiera que alguien dijera mi nombre
antes de que se diluya del todo.



miércoles

TORO BRAVO (Monologo de una muerte anunciada)







Nací en la dehesa.
El aire era limpio. El cielo, ancho.
Las encinas dibujaban su sombra en la tierra roja,
y el sol, cada mañana, se posaba en mi lomo como un viejo amigo.

Dicen que mi estirpe es legendaria.
Que uno de mis antepasados mató a Manolete.
¡Qué orgullo para los hombres!
Yo no lo conocí.
Tampoco a mi padre.
Dicen que se lo llevaron un día y nunca volvió.

De mi madre recuerdo su aliento caliente,
su lengua suave limpiando mi frente recién nacida,
la paciencia con que me amamantaba,
y cómo me miraba, como si supiera…
como si supiera lo que me esperaba.

En la dehesa crecí feliz.
Jugaba con mis hermanos a empujones y carreras,
sin odio, sin herida, solo fuerza y juventud.
Medíamos nuestras astas como hacen los que se respetan.

El sol bruñía mi piel negra como la noche,
y la luna, en su ternura, plateaba mis cuernos.
Yo era libre.
Yo era toro.
Yo era bravo.

Hasta que un día…
me aislaron.
Me marcaron con hierro al rojo,
una quemadura que no olvido.
Me clavaron una vara en la cruz.
Me empujaron a un oscuro cajón.

No entiendo.
¿A dónde me llevan?
¿Por qué ya no veo el cielo?
¿Por qué huele todo a miedo y metal?

Mi bravura se tambalea.
Mi corazón late a golpes.
¡Tengo miedo!

Me sacan a un patio,
me clavan picas.
Desde arriba me observan,
como dioses crueles que se ríen
de mi dolor.

Les hablo con la mirada.
Les pido piedad.
Solo soy un toro.
Solo quiero volver a mi encina.
Pero ellos… se dan codazos y ríen.
¡Ríen!

Me empujan por otro túnel.
Hay gritos.
¡Tantas voces!
Tantas trompetas…
Y un sol que me ciega.

La arena me quema las pezuñas.
La plaza es un círculo cerrado,
como una trampa sin fin.

Una capa roja se agita.
Por puro miedo… embisto.
No sé qué hago.
Solo me quiero ir.
Pero gritan.
Gritan más fuerte.
Como si eso fuera bueno.

Me llaman de lejos.
No veo bien.
Estoy ciego de miedo.

Alguien se acerca.
Le embisto.
Es lo que esperan, ¿no?

Y entonces, el dolor.
Un dolor que me parte en dos.
Que me muerde desde la espalda hasta las entrañas.
Mi lomo sangra.
Me tambaleo.
Intento sacudirme eso que me desgarra.

¡No puedo!
¡Cuanto más lo intento, más me duele!
¡Tengo miedo!

Se acerca un caballo.
Compañero de la dehesa.
Amigo.
Me acerco confiado…
Y me traiciona.

Me clavan una lanza.
Una pica larga que entra y gira.
Me rompe.
Me hace gritar por dentro.
¿Por qué tú, hermano?

Suenan las trompetas.
Los hombres aúllan.
Mi sangre tiñe la arena.
Quiero tumbarme.
Quiero dormir.
Quiero desaparecer.

Y aún así… aún así embisto.
Porque soy toro.
Porque soy bravo.
Porque nací sin pedir esto.
Porque yo no he hecho nada malo.
Solo existir.

Gritan:
¡Muerte al toro!
¡Muerte de una estocada!

Y yo les miro,
y pienso en mi madre,
en el cielo azul de la dehesa,
en la brisa que traía el olor de la encina…
y me pregunto:


Y ahora dime tú, humano que lees,
si tuvieras que elegir:
¿desaparecer tú y los tuyos…
o ver a tus hijos morir, torturados,
desangrados,
mientras el mundo aplaude y grita por su muerte?

¿Qué elegirías?


HOJAS DE LUNA (Poema narrativo, estilo gótico)

 Dicen que en la colina del norte,
donde los sauces lloran sin cesar,
cada luna llena siembra sus hojas
en la hierba como un ritual ancestral.

Yo fui una vez, movido por susurros,
leyendas que hablaban de un amor maldito,
de una doncella de cabellos de niebla
y un corazón roto por el infinito.

Cruzando el bosque con paso tembloroso,
llegué al claro donde el viento calla.
Allí, la luna, pálida y solemne,
lloraba sus hojas sobre la hojarasca.

No eran hojas comunes, sino plata dormida,
frías al tacto, vivas al mirar.
Cada una parecía latir con un secreto,
cada una contaba un fragmento de pesar.

Y entonces la vi:
sentada entre sombras y ramas desnudas,
una figura vestida de invierno,
los ojos perdidos, la piel sin ternura.

“¿Eres tú la doncella de la historia?”,
le pregunté sin voz, con el alma en vilo.
Ella alzó la mirada —vacía y eterna—
y el tiempo tembló como un hilo.

“Fui amada… y traicionada”, susurró,
“mi alma está ligada a esta tierra baldía.
Por cada mentira que él pronunció,
una hoja de luna nace todavía.”

Contó su historia bajo la luz enferma:
un juramento roto, un beso de hielo,
un amante que partió en silencio
dejándola atada al duelo del cielo.

Y así, cada mes, bajo el mismo astro,
cuando el mundo duerme y el aire gime,
la luna sangra su pena blanca
y sufre con ella, y su pena imprime.

Yo intenté tocarla…
pero mis dedos cruzaron la niebla.
No era carne, era bruma, era eco,
era la memoria que el olvido conserva.

Volví de la colina con la mirada gris,
y en mis bolsillos traje dos hojas caídas.
Desde entonces, escucho su lamento
cada vez que la luna viste su herida.

Y cuando muera, pedid que me entierren
bajo aquel cielo, entre sauces y runas,
donde el amor perdido aún florece
en el temblor sagrado de las hojas de luna.

 

martes

LIBRE COMO UN AVE

Ser libre como un ave.

¿Es el ave libre?

Ha de construir su nido,

indagar el fugaz instante

de un efímero amor.

Incubar a sus crías,

despertar cada madrugada

rastrear alimento

ver como su prole

abandona el nido.

Nueva búsqueda

del infame amor frágil.

Una ergástula sin barrotes


 

domingo

ENTRE TU Y YO










Quisiera descorrer

el muro textil

que nos separa.

Engarzar con mis

labios los contornos

de tu piel.

Respirar el olor de tu deseo;

cabalgar tu sexo

hasta el deleite más excelso

para luego retornar

al frio entre tu yo

y mi yo convexos.

miércoles

PLAYA DESHABITADA

 Ya no estás.

Tu figura se difumina

en la distancia

te marchaste con el sol

del crepúsculo

tus huellas permanecen

en la húmeda arena

de la desolada playa

y las estelas de ellas

revoloteando

entre tus piernas.

Y yo permanezco sola

descalza en la orilla

el frío escarcha mis lágrimas

y un estremecimiento me recorre.

Estoy sola.

Viviré sola.

Sola lloraré.

Sola, en la distancia.

Ni un grito sale de mi garganta

ni una palabra.

La devastación, el golpe, el embate,

el latido, el rugido,

el aullido, el alarido, el lamento

el gemido sordo, la aflicción

ha sido mortal.

Aquí agonizo, aquí retoñaré.

DESPEDIDA

Y la muerte la miró de cara

Y no sintió miedo

Y no sintió lástima

Y miró con ojos de ausencias

Y vio que todo estaba en paz

Y miró la clepsidra

Y sintió que llegaba la hora

Y vio el pasado

Y de sus ojos brotó

Una sola lágrima

Y dijo adiós

A hijos y amigos

Y desde la distancia de su hogar

sintió por fin la paz.

 

A mi amiga Pura Losada que ya partió de este mundo

 

lunes

APRENDÍ A QUERERME


Aprendí a quererme

entre balas de desprecio

y batallas de soledad,

en la trinchera del alma herida,

donde el silencio era mi certeza.

Con cada golpe,

un muro de defensa interior,

donde la fragilidad

se transmutaba

en un grito de pundonor.

Aprendí a quererme en la tormenta,

a valorar cada gota de rocío,

a encontrar la paz en la tempestad,

y el sol radiante tras las nubes.

Ya no soy víctima de la desdicha,

ni esclava de la ajena opinión,

soy dueña de mi propia dicha,

reina de mi propia creación.

Aprendí a quererme,

 y en ese amor he encontrado,

la fuerza para seguir,

la luz que alumbra mis andalias.

    

martes

NANA PARA TI










Del profundo abismo de la memoria,

nace esta nana, canto ancestral.

Como la Madre Tierra,

fecunda y sabia,

dulce como el maguey,

fuerte como el coral.

Sabrosa como tu piel,

morena y suave,

tejida de sol, luna y mar.

En cada verso,

un abrazo ancestral,

un pedacito de mi alma para ti.                                          Nana, nana, melodía ancestral,

del fondo del alma, un canto maternal.

En cada palabra, un beso,

un suspiro, un recuerdo

que en el alma respiro. 

Del profundo pozo de la memoria

rescato esta nana, como un tesoro. 

Los años pasan, pero el recuerdo perdura,

como una huella en la arena,

una cicatriz pura.

Para mi hijo Carlos, se la debía desde hace años.


jueves

DESPEDIDA

 


Casi dos lustros,

un siglo en mi sentir,

sin tu mirada serena,

sin tu calor.

Dos lustros sin tus caricias,

solo el eco de tus pasos en mi interior.

Volaste con ella, cual aves al sol,

dejándome en la orilla,

con el alma en soledad.

Recuerdo nuestra playa,

y aquel fatídico día,

tus besos, mis promesas,

mi adiós sin alegría.

Tus pisadas junto a las suyas,

una danza cruel,

marcando la arena,

grabando mi tristeza.

Sola sigo mi camino,

buscando consuelo,

anhelando el día en que

vuestras almas me liberen

y juntas retornemos a la alegría.

India 18-11-2011/ 24-07-2024

Descansa en paz junto a la hermana añorada y los hermanos no conocidos. Todos juntos esperadme junto a Aqueronte para cruzar el Cocito y ahogar la soledad.


martes

INTRUSA INDESEADA


 Soledad, esa sombra que me acecha,  

intrusa indeseada en mi alma.

Se apropia de mí ser,

cual hiedra trepadora,

robándome la luz,

la alegría y la aurora.

De mis recuerdos se alimenta,

fantasmas del ayer que la sustentan.

Sueños marchita, cual flores en sequía,

dejando un vacío que el alma agota.

Blanquea mis mejillas,

con su gélida mano,

apagando la sonrisa,

en un llanto callado.

Se enseñorea de suspiros,

cual diosa tirana,

ahogando la esperanza en una pena nimia.

La soledad, un monstruo sin rostro,

que devora la ilusión, sin dejar huella.

Amor y fe marchita,

cual hojas en otoño,

dejando mi corazón en un yermo eterno.

Más no te rindas,

alma, lucha con bravura,

enciende la llama que aún arde

en tu lóbrega tristeza.

 

viernes

APRENDÍ A QUERERME




 




Aprendí a quererme

entre balas de desprecio

y batallas de soledad,

en la trinchera del alma herida,

donde el silencio era mi certeza.

Con cada golpe,

un muro de defensa interior,

donde la fragilidad

se transmutaba

en un grito de dignidad.

Aprendí a quererme en la tormenta,

a valorar cada gota de rocío,

a encontrar la paz en la tempestad,

y el sol radiante tras las nubes.

Ya no soy víctima del quebranto,

ni esclava de la ajena consideración,

soy dueña de mi propia dicha,

reina de mi propio génesis.

Aprendí a quererme,

 y en ese amor he encontrado,

la fuerza para seguir,

la luz que alumbra mis andalias.

 

SOLDEDAD, NÉMESIS DEL ALMA









Soledad, maldita compañera,

un espectro que acecha en la sombra,

apropiándose de la vida entera,

un ladrón de sueños y de toda claridad.

Menoscaba recuerdos,

desbaratando sueños,

ilusiones marchitas,

amores arrebatados.

En sus garras heladas,

la piel se vuelve nívea,

los suspiros se ahogan,

y el alma se estanca.

Marchita la ilusión,

la fe se vuelve escombros,

la esperanza se esfuma,

dejando solo despojos.

 





 

martes

A VECES...



En ocasiones

una gran aventura,

en una imagen

infinita,

se capta una leve 

piedra,

velada e inconmovible

que une un instante

con el infinito

con el pretérito prístino

y éste con el porvenir,

con costuras de eternidad.

Después de días de fiesta

danzas y cava,

las gaviotas,

tornan a conquistar las playas,

se bambolean entre las olas

habitando su propia resaca.

y poseyendo, al fin,

las playas de invierno.