lunes

Besos, besos, besos




Un día vano

con la conciencia

perdida en ese limbo

donde la abandonaron tus besos.

Persiguiendo la fuente aquella,

esa que fue espectadora un día

de nuestro amor,

de nuestra arrogancia,

de nuestra soledad compartida.

Por un breve instante

mientras duró

ese nemoroso bosque

en el que tu boca y mi boca

perdieron la batalla

del ahora y el ayer,

del amor y la indiferencia,

esa fuente hermosa

afligida por los muertos,

gozosa por las aves que trinan

jubilosa por sus aguas cantarinas,

triste,

mil veces triste,

por tu ausencia,

por tu mudez cobarde,

por mi existencia

afligida y silente.

 

viernes

PUDIERA SER



 

Pudiera ser,

que los arboles

se cubrieran de rubor

al vernos transitar por la fronda.

Pudiera ser,

que al verme,

con mi vestido de domingo,

con la alegría en el espíritu,

otra vez me amara el cosmos.

Pudiera ser.

Pudiera ser que existiera un mañana.

Pudiera ser que cabalgara

la esperanza

en las copas de los altos álamos,

pudiera ser.

Pudiera ser que existiera

otra casualidad,

otro hálito,

en esta cara de muchacha

ataviada con las arrugas del tiempo.

Pudiera ser.

Que mis alas rotas

alcanzaran

a elevar de nuevo el vuelo

hacia el Arco Iris.

Pudiera ser.



miércoles

martes

ejercicio 3º de @JimenaFerLibro

 


                                                    Obras completas de Pablo Neruda

Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer

Federico García Lorca, romancero gitano

Tres fueron. Tres que formaron mi manera de pensar, sentir, expresar, ese mundo que llevo dentro desde antes de saber decir “mamá”.

Esos que me permitieron descubrir que no estoy sola, que al otro lado de la oscuridad viven seres que se expresan tal y como lo concibo yo. Claro que su calidad, su excelencia, no será nunca la mía, pero en el estante de mi salón en el que conviven ellos y mi pequeño libro de color discreto e igual de importante. Conviven y se arropan los unos a los otros en igualdad y fraternidad.                                                     Allí permanecen juntos, Neruda, Lorca y Bécquer y mis “Madrugadas de ausencia” en perfecta armonía y confraternidad.                                                                                                                              Hablando la lengua común a todos, el idioma de la poesía

 

jueves

SINFONÍA DE VERANO



 





Bajo tu refugio

umbroso

transita el agua mansa.

En el nítido azul del cielo

pasa la garza volando

percibiendo el rumoroso

éxodo del agua

que va saltando

de guijarro en guijarro

en el sendero que enfrenta el río.

Los sauces le besan en su camino,

acariciando su húmeda frente

con su frondosas ramas.

Las mariposas gozosas

danzan entre las brillantes gotas.

De los nenúfares, saltan las ranas

brillando al sol del estío.

Las libélulas cabriolean

entre juncos y jaras;

la araña aguarda,

agazapada en su tela,

a la mosca distraída.

La niña,

en el muelle sentada,

balancea y salpica

el agua con sus pies.

Todo compone una

sublime sinfonía

en esta plácida tarde

de canícula y

el sol refleja

esplendentes órbitas

en el sendero perpetuo

del agua mansa,

la brisa se levanta

y algunas hojas

emprenden un efímero vuelo.

Es el verano que nos

inunda de causalidad.

 

 


domingo

HIJA DE LILITH

 


Mientras espero

que nazca la aurora,

mientras el frío

atenaza mi cuerpo,

veo en lo alto

del firmamento

esa luz argentina

de mi niñez,

y de mis labios

sale un susurro

¡Madre del alma!

Tu hija te implora.

Malgastada en la oscuridad

de una existencia

de destierro y aflicción

¡Mi madre Lilith!

lunes

MAÑANA AMOR


 

Mañana amor,

sin ti,

volveré a vivir.

Hoy no puedo,

con tu ausencia,

se llenó de llagas

mi cuerpo.

Me sumergiré

en el piélago del olvido

de esta memoria

y ausencia incierta,

de imprecisa existencia

y ambigua despedida.

Mañana amor,

de nuevo sin ti,

volveré a vivir.

viernes

NOSOTROS


 

Nosotros no habitamos

en las hojas

de los calendarios,

nuestra sombra

no es un susurro

ni vaga por entre las olas

las tardes de verano.

En la fuente umbría

flotaba el fulgor

alígero

de los altos pinos.

Y la estela efímera

de la luna

peinaba en mi pelo

el paso inexorable

de los inviernos.

No, nosotros

no habitamos

en las hojas

de los candelarios.