Huye por las oquedades
de mi cuarto
Se balancea en las orillas
de mis pestañas,
la persigo y no la hallo
se me resbala de entre las manos
Se cose el verbo
al fondo de la boca,
me esquiva por entre
los símbolos de un libro
y se me pierde.
El viento se para
en mis cortinas
como velaje
de barco desplegadas,
y al recogerlas,
me asemejo
a un filibustero
que plegara en puerto
su velamen.
Y la desertada
torna al cabo
y atrapo la palabra
que andaba buscando.