viernes

SOY ECO DE LO EFÍMERO

 






“Me reconozco en lo que se despide, y aun así permanezco.”

Se despide un estío más,
lánguidamente se aleja,
sin lamentos,
como una caricia tenue,
sutil e inmortal,
dulce y amarga,
en esa nostalgia
viva y afable,
letal e incierta.

Lo siento en mi piel,
como un velo que
no puedo retener.
El calor se va,                                                                                                                                                 no la memoria,
de lo que ardió conmigo.

Las horas se enfrían,
las sombras se alargan
como manos que buscan
lo que no está.
Y sin embargo,
en esa partida callada,
queda una promesa,
una grieta de luz
entre tanta penumbra.

No es el fin lo que llega,
sino otra forma de vacío:
un silencio distinto,
un rumor más grave
que late en mi pecho,
recordándome
que todavía respiro,
aunque la estación muera.

Me quedo así,
entre ruinas y semillas,
sabiendo que lo bello
se va siempre,
aunque  regresa
bajo otro nombre,
en otro tiempo,
cuando ya no lo espero.

Se aleja un estío más,
y yo le doy la espalda
sin lágrimas,
sin flores,
solo con mi alma abierta
a lo que vendrá.


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