jueves

CAPITULO II



Desde el poblado podía verse el enorme fuego que encendió en la montaña, y su enorme sombra se dibujaba por toda la ladera y un grito de guerra y lamento, resonó por toda la cordillera y llegó hasta el valle.
_ ¡Oh Gran Espíritu! Dame fuerza y valor para llevar a mi pueblo a la victoria o a la Muerte Gloriosa, en la batalla contra el hombre blanco. ¡Aquí tienes mi sangre! _ Diciendo esto se laceró con su puñal todo el torso desnudo, la sangre comenzó a manar libremente llegando a la hoguera, y así, con los brazos en alto, entonó la canción de la victoria, que desde muchas generaciones atrás, se entonaba antes de una gran batalla.

De pronto, en el valle, empezaron a sonar los tambores, cómo para acompañar a su canto. Así pasaron las horas; hasta que cayó desvanecido al suelo y entonces tuvo una visión enviada por Manitú.
“Iba bajando del cielo un brioso corcel y una luz cegadora que envolvía todo su cuerpo, cómo si emanara de él. Le habló con estas palabras:
_Tu empresa es sagrada y justa, cómo todos los que te precedieron (Y le hizo pasar ante sus ojos todas las grandes batallas de su pueblo) Pero el hombre blanco es fuerte y os supera en número, y si mueren cientos, cientos vendrán detrás, mientras nosotros sólo contamos con el coraje y el valor de nuestros guerreros y con la astucia de sus jefes. Tú tendrás un gran protagonismo en esta batalla, pero nuestra victoria está más allá de nuestros tiempos.”
Dichas estas palabras se desvaneció tal y cómo vino. Alce Veloz, se levantó cómo si no creyera en lo que habían visto sus ojos y sin entender lo que encerraban las palabras oídas. Sin tener del todo claro si se había tratado de una visión real o de un sueño inducido por la pérdida de sangre y el cansancio unidos, se acercó tambaleándose a su caballo y empezó a preparar sus armas.
Mientras tanto, en el poblado la actividad era frenética, mujeres, hombres y niños, además de los ancianos, se preparaban para levantar el campamento tal y cómo había ordenado su jefe.


En ese mismo momento, el hechicero Oso Oscuro, sale de la tienda del consejo y, encaminándose hacia Lobo Gris le preguntó:
_ ¿Que estáis haciendo? El consejo aún no ha tomado ninguna decisión y hasta que eso no ocurra deberéis quedaros quietos.
Éste lo miró y le contestó:
_ Decidan lo que decidan los Ancianos, el destino ya está escrito sobre el viento. Pues los guerreros no estamos dispuestos a seguir huyendo. Si no hemos combatido antes, ha sido por el gran respeto que tenemos hacía nuestro jefe Alce Veloz y por no dividir más la tribu, cómo ocurrió cuando Pluma Plateada y sus guerreros partieron para la batalla.
Si les hubiéramos seguido puede que alguno de ellos aún estuviera vivo y de no ser posible habría sido un buen día para morir junto a ellos. Pero ahora no pensamos continuar así, el hombre blanco está loco y mata al búfalo por el placer de matar y luego deja pudrir sus restos en las planicies, aún sabiendo que de esa forma morirá todo un pueblo, o tal vez, esa sea la única razón de esta sinrazón.

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