Yo muero…
todos perecemos.
Tú caíste ayer,
tu calavera insepulta
descansa acunada por la tierra.
No te concedieron
-siquiera eso-
elevarte entre volutas
con anhelo de estrellas.
Sangre oscura
de muerte abrupta.
A quienes oprimieron el gatillo,
de un soplo,
los borró la historia.
Vosotros habitaréis
en pámpanos al céfiro
de la inmortalidad.
Quisieron extirparos
y os transmutaron en simientes.
De cada amapola de los
heridos pechos,
nacieron mil robles
que os dan sombra y cobijo
y vuestro lugar en la Historia.
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