Una mañana, al despertar fui a buscar a Cara de Ángel al rincón donde dormía, pero no pude hallarla, me imaginé que se la habían llevado. No me atrevía a preguntar a nadie y me sentía llena de angustia.
-.No la busques, vinieron esta mañana temprano y se la llevaron, seguro que ya no volverá, las que se van, nunca vuelven.
Una mañana no vino solo un guardia como todos los días, se presentaron dos y entre grandes risotadas iluminaban a las presas diciendo obscenidades entre ellos.
Por la noche, muy tarde, entraron de nuevo y se llevaron a la vieja casi arrastras cogida por los pelos.
Pensé con pena en ella y me despedí mentalmente porque sabía que no iba a volver.
Rece fervientemente el resto de la noche, recé por Cara de Ángel, por la vieja, por mí, por todas las personas que eran cruelmente torturadas para sacar una confesión que ya estaba escrita de antemano.
Rogué a Dios que se apiadara de nosotros, que acabara con esa sinrazón, que se apiadara de sus hijos. Finalmente me dormí. No sin antes rogar por volver a mis montes donde no hacía daño a nadie.
Sabía que en la tortura no podría resistir y que confesaría todo lo que ellos quisieran y que con eso me condenaba a muerte en la hoguera. Me encomendé a Dios y le pedí que mi hora fuera corta, que no permitiera verme sufrir por algo que no había hecho.
Fui interrumpida en mis oraciones por la puerta al abrirse, miré distraídamente hacia allí y entre los guardias vi…. ¡a la vieja!
No podía creer lo que estaban viendo mis ojos, cabía esperanza al fin y al cabo.
La presencia de la vieja así lo demostraba.
Se acercó a mí y me guiñó un ojo, vi en su rostro señales de tortura y sentí un gran pesar por ella, la iba a preguntar que la habían hecho, cuando me vi levantada en volandas por los dos guardias del día anterior.
Del pánico que sentí, me oriné encima, me llevaron casi arrastras por un largo y lúgubre corredor, por fin llegamos a una sala muy iluminada, después de tantos días de oscuridad me hacía daño a los ojos, sentí que dos lágrimas bajaban por mi cara formando dos grandes surcos al serme imposible limpiarlas por tener las manos sujetas por ambos hombres.
Por fin llegamos a un cuarto grande y donde estaban un grupo de hombres. Supuse que se trataba del resto de los guardias de la prisión, eran hombres sucios y malolientes, bastos y maleducados que se reían estrepitosamente y se daban empujones los unos a los otros haciendo gestos que no podía entender.
En el centro del cuarto había una gran mesa llena de restos de comida y algunas jarras de vino; unos largos bancos a los flancos de la mesa servían para sentarse.
Comentaron entre ellos quien sería el primero. Decidieron echarlo a suertes, pero antes querían ver que mercancía se estaban jugando.
Uno de los guardias que me tenía cogida dio un tirón a mis ropas dejándome desnuda delante de todos aquellos canallas.
El miedo, la vergüenza y el odio hacían temblar mi cuerpo provocándome grandes convulsiones y amenazaba caer redonda al suelo.
Cuando acabaron su juego se acercó a mí el primero….
Aquella noche fui, sobada, humillada, golpeada y violada hasta la saciedad. No quedó una parte de mi cuerpo que no fuera mancillada. Cuando se cansaron de mí me devolvieron al calabozo y me arrojaron una manta raída para que me cubriera.
Entre convulsiones y sollozos me quedé dormida.
Al despertar la vieja estaba a mi lado
-Tienes que haberte portado muy bien pues mira lo que te han traído- Dijo enseñándome una manzana.- come y no malgastes tu energía llorando, es lo que te ha tocado y no puedes cambiarlo, debes ser lista y sacar provecho de tu situación.
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