Soledad, esa sombra que me acecha,
intrusa indeseada en mi
alma.
Se apropia de mí ser,
cual hiedra trepadora,
robándome la luz,
la alegría y la aurora.
De mis recuerdos se alimenta,
fantasmas del ayer que la sustentan.
Sueños marchita, cual
flores en sequía,
dejando un vacío que el
alma agota.
Blanquea mis mejillas,
con su gélida mano,
apagando la sonrisa,
en un llanto callado.
Se enseñorea de suspiros,
cual diosa tirana,
ahogando la esperanza en una
pena nimia.
La soledad, un monstruo sin rostro,
que devora la ilusión, sin
dejar huella.
Amor y fe marchita,
cual hojas en otoño,
dejando mi corazón en un yermo
eterno.
Más no te rindas,
alma, lucha con bravura,
enciende la llama que aún
arde
en tu lóbrega tristeza.
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