surge insomne y silencioso,
entre murmullos inaudibles,
deslizándose lentamente,
el gusano verde
con su gran nariz de cristal
y sus laterales bocas
que engullen insaciables
a la gente que deambula
en esta mañana
tenebrosa, cerrada y fría,
desapacible y gris
sombría y con carrasperas.
Los sonidos difusos
se desdibujan con el paisaje.
Se intuye el aroma a churros
y chocolate,
desvaído
entre vapores imprecisos
y luces nostálgicas,
amortiguadas y confusas,
de un semáforo en rojo.
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