jueves
CAPITULO V
En las inmediaciones del mes de Diciembre terminó la constante llegada de viajeros y celebraron un gran banquete en el que se cocinaron tanto los animales aportados por los cazadores cómo los frutos, bayas y verduras recolectadas por el grupo de mujeres, hombres, niños y ancianos.
Los mejores manjares permanecieron enterrados en un gran hoyo recubierto de piedras y con una enorme hoguera en la superficie, lo que permitía a la carne cocinarse lentamente y adquirir los sabores de las verduras con que estaban recubiertas.
El banquete se prolongó hasta altas horas de la madrugada por lo que decidieron dejar un día de descanso e iniciar la conferencia para dos días después. Los participantes se fueron dispersando y reuniéndose con los teppees de su pueblo.
Pasados los días acordados prepararon un gran teppee con un enorme fuego en su interior y allí se reunieron todos los jefes para decidir que se podía hacer contra el hombre blanco y su interminable avance por sus tierras. Iniciada la junta de jefes, tomó protagonismo el gran Brujo Flecha Roja, considerado por todos los demás cómo el más grandioso de entre los mortales con capacidad para comunicarse con los animales, las plantas y, sobre todo, con los Antepasados quienes le asesoraban en su ciencia. Comenzó invocando la ayuda de los Antepasados realizando una danza en la que portaba el Báculo de Poder (instrumento perteneciente a las Naciones Indias desde el principio de los tiempos, cuando fue depositado por El Gran Espíritu sobre la Tierra desde los cielos) Hizo los pases de rigor mascullando unas palabras dichas en antiguas lenguas que ya casi no reconocían ningún mortal. Luego sus giros se fueron haciendo más frenéticos y sus palabras más inteligibles, los que podían observar su evolución sintieron la piel erizada de temor por lo desconocido. Después de un buen rato de danza cayó exhausto y dio por finalizado el ritual de consagración del encuentro.
Comenzó hablando el promotor de la reunión explicando lo que había visto con sus propios ojos, la destrucción, por parte del hombre blanco, de una manada de miles de búfalos por el simple hecho de matarlos, dejando en las praderas los cadáveres para escarnio de su pueblo y como una advertencia de lo que podría ocurrirles a ellos mismos.
-El hombre blanco nos ha ido ofreciendo reservas cada vez más al norte, donde no existe caza y las tierras no ofrecen frutos, Mi hermano junto a otros guerreros hace lunas que partió a luchar contra los soldados y no tenemos razón de su paradero, ninguno de sus hombres ha regresado.
Hoy os he reunido en esta última pradera libre de la mano del blanco, para que entre todos decidamos que hacer, si continuamos huyendo nuestro pueblo perecerá pues ya ni los ancianos, ni las mujeres, ni los niños, tienen fuerzas para continuar el camino, de mi tribu, muchos quedaron en el camino sin poderles practicar los rituales que les elevarían hasta los Antepasados. Os escucho, en el nombre de nuestros Sagrados Espíritus, decid que pensáis, mis guerreros están dispuestos a morir matando porque hoy es un buen día para morir. Dicho esto, tomó asiento junto al fuego y miró frontalmente a Tecumseh, jefe de los Shawnee:
Puesto este en pié dijo:
"Ninguna tribu puede vender la tierra. ¿No lo hizo todo el Gran Espíritu para el uso de sus hijos? La única salida es que los piel rojas se unan para tener un derecho común e igual en la tierra, como siempre ha sido, porque no se dividió nunca." Se oyeron voces de asentimiento, pero no dio tiempo a contestar pues ya se hallaba mirando hacia donde estaba sentado Cochise, jefe Chiricahua del pueblo Apache: -¿Yo he matado a diez hombres blancos por cada Indio muerto,... pero sé que los blancos son muchos y los Indios pocos...? Yo quiero vivir en estas montañas. Firmaremos la paz y la guardaremos fielmente. Pero nos dejarán vagar libres, ir a donde queramos".
Guerrero de Fuego argumentó entonces:
Ellos prometen que nos respetarán y que nos permitirán vagar libres… Pero ¿donde podremos cazar si matan indiscriminadamente todos los búfalos de las tierras y por donde vagar si ponen cercas a nuestros poblados? Esa no parece la solución para nuestro pueblo, más bien parece la solución para el hombre blanco y sus ovejas y vacas.
Ahora tomó la palabra Noah Seathl de los Suwamisu -
“El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestras tierras. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranzas. Esto es amable de su parte, puesto que nosotros sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos en cuenta su oferta, porque estamos seguros de que si no obramos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestras tierras. El gran jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe Seattle, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas, nada ocultan. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para mi pueblo. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada brillante espina de pino, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto, es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente. Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él, una porción de tierra es lo mismo que otra, porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando él la ha conquistado sigue adelante. Él deja las tumbas de sus padres atrás, y no le importa. Así, las tumbas de sus padres y los derechos de nacimiento de sus hijos son olvidados. Su apetito devorará la tierra y dejará detrás un desierto. La vista de sus ciudades duele a los ojos del hombre piel roja. Pero tal vez es porque el hombre piel roja es un salvaje y no entiende. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas en la primavera o el zumbido de las alas de los insectos. Pero tal vez es porque yo soy un salvaje y no entiendo, y el ruido parece insultarme los oídos. Yo me pregunto: ¿Qué queda de la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito del pájaro nocturno, o los argumentos de las ranas alrededor de un lago al atardecer? El indio prefiere el suave sonido del viento cabalgando sobre la superficie de un lago, y el olor del mismo viento lavado por la lluvia del mediodía o impregnado por la fragancia de los pinos. El aire es valioso para el piel roja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración, las bestias, los árboles y el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre que está muriendo durante muchos días, él es indiferente a su pestilencia. Si yo decido aceptar, pondré una condición: el hombre blanco deberá tratar a las bestias de esta tierra como hermanos. Yo soy un salvaje y no entiendo ningún otro camino. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que pasaba en el tren y los mataba por deporte. Yo soy un salvaje y no entiendo como el ferrocarril puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué será del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad espiritual, porque cualquier cosa que le pase a los animales también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la tierra, herirá también a los hijos de la tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas y ensucian sus cuerpos con comidas y bebidas fuertes. Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de nuestros días. No quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos más, y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez existieron sobre esta tierra o que anduvieron en pequeñas bandas por los bosques, quedarán para lamentarse ante las tumbas de una gente que un día fue poderosa y tan llena de esperanza. Una cosa sabemos nosotros y el hombre blanco puede un día descubrirla: nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede pensar ahora que usted es dueño de él, así como usted desea hacerse dueño de nuestra tierra. Pero usted no puede. Él es el Dios del hombre y su compasión es igual para el hombre blanco que para el piel roja. Esta tierra es preciosa para él, y hacerle daño a la tierra es amontonar desprecio al su creador. Los blancos también pasarán, tal vez más rápidos que otras tribus. Continúe ensuciando su cama y algún día terminará durmiendo sobre su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, y los caballos salvajes amansados todos, y los secretos rincones de los bosques se llenen con el olor de muchos hombres (y las vistas de las montañas se llenes de esposas habladoras), ¿dónde estará el matorral? Desaparecido. ¿Dónde estará el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz, adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la supervivencia. Nosotros tal vez lo entenderíamos si supiéramos lo que el hombre blanco sueña, qué esperanzas les describe a sus niños en las noches largas del invierno, con qué visiones le queman su mente para que ellos puedan desear el mañana. Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros, y porque están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reserva que nos han prometido. Allí tal vez podamos vivir los pocos días que nos quedan, como es nuestro deseo. Cuando el último piel roja haya desaparecido de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gente; porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla, como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes la memoria de la tierra tal y como se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla para sus hijos, ámenla así como Dios nos ama blanco no a todos. Una cosa sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes, esta tierra es preciosa para él. Y el hombre puede estar excluido de un destino común.
Wowoka de los Paiute:-"Los muertos vendrán a la vida, sus espíritus volverán a sus cuerpos. Debemos esperar aquí, en los hogares de nuestros padres". "Baila durante cuatro noches seguidas, no debes herir a nadie, cuando la tierra tiemble no te asustes. No te pasará nada". Tatanka Yotanka jefe apache:
Si el gran Espíritu hubiera deseado que yo fuera un hombre blanco me habría hecho blanco... ¿Es un agravio amar a mi pueblo? ¿Soy malvado porque mi piel es roja? ¿Porque soy un sioux? Dios me hizo un indio."
Después siguieron hablando otros jefes.
GUERRERO DE FUEGO, volvió a tomar la palabra:
*Yo también he subido a las montañas más altas y he surcado Ríos profundos e innavegables. He buscado los caminos ignorados, disfrutado sus incógnitas, que no ha conocido ni descubierto ninguna brújula encorsetada. Sólo he vestido lo que mi cuerpo requería, conformado por lo mínimo. Y así, provisto de lo necesario, he vivido con los míos y he partido con ellos el maíz y cocido conjuntamente con ellos el pan. Los bailes y cantos de diario lo hacemos con las plumas y colores más vistosos por respeto y devoción a nuestra madre la Tierra. Y para derrotar y ahuyentar a los malos espíritus que conviven con nosotros, enfurecemos y tatuamos nuestros rostros con gestos airados; tomamos hierbas de la tierra que amenazan empujar nuestros ojos de sus órbitas, mientras los cuerpos se agitan y tuercen en danzas embriagadoras. El mundo parecía que me cabía en una mano, pues todo era para mí claro y diáfano como los senos desnudos de una Mujer, igual que las aguas cristalinas del río o la postura arrogante de la Montaña. Preguntaba al Cielo sus mensajes, hurgando el calor profundo de la Tierra, que conozco cada palmo, abrazada a mi rostro. Y así nacieron mis hijos que mis mujeres parieron, que se entrenan en actividades ecuestres y de defensa. Cada uno de la Tribu cumple con sus obligaciones. Y ninguno nos molestamos. Los Animales, con los que yo hablo confidencialmente los tengo siempre limpios y bien alimentados. Y mi Caballo preferido “Tronco” lo monto siempre con su permiso; cuando me lleva al galope disfruto de la mejor música que la Tierra y el Cielo pueden ofrecerme. Si me hubierais visto abrazado a la grupa del Caballo, mi cabeza fundida con la suya…Nunca ha necesitado un castigo. Nadie sabe lo que es el Fuego hasta que se pone respetuoso delante de él y escucha sentado, con los ojos cerrados, su mensaje. Cuando crepitan sus brasas, se requiere un silencio absoluto para que la fundición sea completa. Nunca entenderás los secretos de la Naturaleza, ni admirarás el caminar de Río, o la majestuosa salida del Sol, si antes no has dialogado a solas con el Fuego y no has puesto tu cuerpo y tu alma frente a sus llamas. Empecé a crecer como persona cuando me enseñaron mis padres a escuchar al silencio y al Viento: Fuerzas contrapuestas necesarias para el equilibrio y crecimiento interno. Los Niños y las Mujeres no lo perturban; se sientan y observan su paso. Por eso nos veréis siempre pensativos y taciturnos: no, estamos escuchando. Somos guerreros puestos al servicio del Viento, puesto que él nos habla de los peligros que nos acechan y lo que espera a nuestros cultivos: cuando la Lluvia hermana nos bendice, o cuando la Tormenta nos obliga a recogernos. El Viento y el silencio son nuestros principales consejeros y amigos. ¿Y vosotros? ¿Por qué habéis violado nuestro mundo, asesinando a nuestras mujeres e hijos? ¿Qué estáis haciendo de él, si no es vuestro? La Tierra se vengará de vosotros, igual que el Cielo y el Agua también lo hará. El Fuego generoso y vengativo os lo destruirá todo. Habéis cerrado el Paraíso con vuestro egoísmo. Está vuestra muerte cercana. Habéis airado al Silencio y el Gran Viento está al acecho. Que no haya compasión para vosotros. Os lo decimos desde el dolor de nuestros muertos.*
Después de mucho hablar tomaron la decisión de retirarse a las Reservas que les habían prometido los soldados. Así quedaron en dar una nueva oportunidad a los blancos y a su gran Jefe y firmar el nuevo tratado.
Antes de finalizar, el Brujo Flecha Roja recordó la leyenda de Wo vo Ka, que hablaba de que si se ejecutaba la Danza de los Espíritus ó la Ghost Dance, se convertirían en inmortales y los muertos volverían a la vida y su pueblo sería fuerte y sagrado hasta para los blancos.
Muchos se sintieron empujados a creer en esta antigua Danza y encargaron a las mujeres la confección de ropajes con los símbolos sagrados y se encaminaron a Pine Ridge bajo la protección de Nube Roja. Allí inician una frenética danza que se mantiene día y noche y en la que participan hombres, mujeres, niños y ancianos, convencidos de la efectividad de sus plegarias.
En el paroxismo de la danza, vieron aparecer a un grupo de soldados. Todo quedó en suspenso. Guerrero de Fuego se encaminó hacia los soldados con su rifle posado blandamente entre sus brazos y cubierto con una funda de piel de gamo que le fabricó su querida esposa y que portaba los símbolos mágicos y su escudo de guerrero.
-¿Qué deseáis de nosotros? ¿Cómo osáis interrumpir una danza sagrada?
-Tenemos órdenes de confiscar todas las armas que portéis y también debéis dejarnos registrar todas las tiendas ya que si viajáis en son de paz, no son necesarias las armas.
–Las necesitamos para proveer de caza a nuestro pueblo, sin ellas moriremos de hambre, si un guerrero no puede alimentar a los suyos no tiene orgullo y un hombre sin orgullo está muerto.
– No hay escusas que valgan, tendréis que entregar las armas por las buenas o por las malas.
Como quiera que se hubieran iniciado las Danzas de Paz y que su decisión era ir a las Reservas y el Gran Jefe blanco le había prometido que no faltaría alimento para el pueblo, consintieron en entregarlas sumisamente.
Entonces el oficial dio la orden de registrar todos los teppees y recoger las armas de los guerreros, los soldados sin ningún miramiento cumplieron las órdenes dadas y registraron todo, destrozando las pocas pertenencias de la tribu, tocaron soezmente a las mujeres y a las niñas, humillaron a los guerreros y terminaron su proeza arrebatándoles su poco orgullo al obligarles a entregar su tomahawks , sus carcaj, sus arcos, sus lanzas y sus amados rifles. El silencio era palpable. Se percibían los copos de nieve posarse blandamente sobre el blanco suelo. La humillación y el rencor se leía en las pupilas de los humillados guerreros, abatidos y sin ninguna esperanza en el futuro. Porque bien sabían ellos que sin armas, la muerte de su pueblo era un hecho cierto. Con las armas cargadas a lomos de algunos caballos también confiscados, iniciaron la retirada los soldados.
En medio del sepulcral silencio que se creó, resonó el estampido de un rifle. El soldado que lo transportaba, resbaló en la nieve y cayó al suelo disparándose el rifle por pura casualidad. El eco del disparo sonó por toda la pradera y las montañas cercanas lo devolvieron con el eco una y mil veces. Ocurrió de repente, como si hubieran obedecido a una orden no emitida, cientos de soldados aparecieron por todas partes disparando con furia sus armas. Los indios ateridos y paralizados veían caer al suelo a sus hijos, hermanos y esposas sin comprender que estaba pasando, sin poder defender a su pueblo.
Allí perecieron guerreros, viejos, niños, mujeres, embarazadas, niños de pecho aún cogidos con fuerza por sus madres muertas…
Guerrero de Fuego gritaba con sus brazos elevados al cielo, que dejaran de disparar que ellos iban en son de paz y se hallaban desarmados… Una bala alcanzó su pecho y una gran rosa roja brotó de él manchando su casaca de piel curtida y ablandada con amor por su esposa como regalo de bodas. Cayó de espaldas, aún con los brazos elevados al cielo y con la mirada muy fija en el otro mundo con la incógnita del ¿Por qué? De entre todos los miles de cadáveres que yacen helados por las bajas temperaturas, sin que nadie decida sepultarlos, se podía ver la figura imponente del Guerrero de Fuego yaciendo en posición de ataque con una rosa roja brotando de su fuerte pecho.
En medio del sepulcral silencio, se oye el batir de alas recias y fuertes…
Cuatro águilas reales se posan en la tierra cubierta de nieve y cada una de una extremidad, recogen los restos del guerrero y lo elevan a las alturas perdiéndose en el cielo infinito.
Pasaron años, más de un siglo, cuando un grupo de jóvenes decidieron realizar una asentada en el mismo valle donde perecieron sus antepasados. El líder del grupo era un hombre enjuto, de nariz aguileña y de nombre Guerrero de Fuego en honor a su bisabuelo muerto en la masacre de Wounded Kneed. Allí fueron vilmente abatidos por un grupo que jamás fue identificado, pero que pudiera tratarse de militares americanos vestidos de civiles.
Desde tiempos pasados a ese viaje se le conoció cómo “ El largo camino de las lágrimas” y miles de lágrimas derramó este pueblo que vivió simbióticamente con su entorno.
La vergüenza de este holocausto enmascarado por la historia permanece en la memoria del pueblo y uno de sus líderes actuales es Leonard Peltier, condenado a cadena perpetua por exigir los derechos de su pueblo. En estos hombres se encarna la figura idolatrada de Guerrero de Fuego, los Ancianos dicen que un día volverá y que llevará a su pueblo hasta la libertad.
Antes de su muerte dijo:
“Todo lo que hace el poder del Universo, lo hace en forma de círculo, de infancia a infancia y entonces el retorno del pasado al presente y viceversa, como en un círculo, es posible.”
La Leyenda sigue viva y los Antepasados masacrados están entre su pueblo hasta que el Gran guerrero vuelva de entre los muertos a liberar a los suyos.
F I N
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