Lo hallé con la vista perdida
sentado en un banco
a la orilla de un parque.
Entre sus piernas, el petate
en la cabeza la gorra calada
y una luz triste
en su abstracción,
la espalda encorvada
con desaliento en el alma.
Me senté a su lado
le saludé la mañana
nada me dijo,
no volvió la mirada.
Después de un momento
principió el verbo:
De mi tierra lejana,
traigo el recuerdo
en forma de aroma;
de mi madre
la ternura;
de mi padre el mensaje;
del amor de mis amores
la nostalgia
la sombra de un abrazo
y el titilar de unos besos
en los labios.
¿Qué hago en estas tierras
que no amo?
¿Qué me pueden enseñar
para trabajar el campo?
¿Cómo se puede amar
entre armas y escudos?
Si para amar ya me basta
con una piel y unos labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario