sábado
LA PRINCESA DE MONTEMARINA
¡Que desgracia tan grande!
La princesa se quedó dormida y no existe en todo el Reino un príncipe para darla un beso que la despierte.
Monte Marina se quedó muy triste; los frondosos y verdes bosques, lloraban resina por sus troncos desconsoladamente por la durmiente. Las hadas derramaron gotas de diamantes. Los azules lagos gemían balanceando sus aguas, acunando su dolor. Los Regentes (que no reyes) se hallaban desolados. Los dignatarios les pedían que, inmediatamente, buscaran una nueva princesa, pues el Reino no podía sobrevivir sin ella gobernando el Principado. Pero estos no encontraban la idoneidad de ninguna de las candidatas.
El Reino fue creciendo, vinieron muchos habitantes nuevos buscando la prosperidad de sus tierras, pero se había vuelto un lugar triste; la gente no se comunicaba entre ellos. No faltaron posibles candidatas al puesto de Princesa, pero los Regentes seguían esperando el milagro de que su amada niña regresara algún día y ocupara nuevamente su trono.
Pasaron los días…las estaciones….los años. En Otoño caían las hojas de los árboles….en Invierno se enfrentaban desnudos a la lluvia y al gélido viento. Luego, al llegar la Primavera, lucían diminutos y brillantes botones del color de las esmeraldas. Más avanzada la estación comenzaban a dar hojas grandes y vistosas para dar sombra fresca al caminante. Las aguas azules como el cielo en una mañana de verano, se entibió para luego enfriarse con las nuevas estaciones. Las hadas cantaban en corros tratando de alegrar a los mortales. Pero los Regentes se hacían viejos y no encontraban consuelo para la pena y el dolor de su niña dormida. Entonces, el país de Monte Marina, se fue envolviendo en brumas y se diluyó del resto del mundo. La fronda de sus bosques se hizo maraña intransitable por la que ningún caminante se atrevía a cruzar. Los Regentes murieron después de una larga vida y el Reino fue, poco a poco, consumiéndose, porque la Princesa de Monte Marina se durmió una tarde y no hubo un Príncipe Azul que la diera un beso que la despertase.
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